Ficción

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alguna vez
alguna vez tal vez
me iré sin quedarme
me iré como quien se va

Partir 
en cuerpo y alma 
partir
— Alejandra Pizarnik

En honor al peruano, al colombiano, al checo, al francés y a los dos argentinos; quienes me enseñaron que la literatura era una lucha. En especial a los argentinos, que me enseñaron que no hay peor error que catalogar a un cuento de fantástico y seguir con nuestros pasos. A Charlie Parker, Chet Baker y a tantos otros.
FICCIÓN
En efecto, era yo mismo. Por razones que no logro comprender él llevaba un terno y un sombrero negro. Cuando lo vi, no dijo nada. Entró, como si en el fondo supiera que yo no iba a poner resistencia. Solo cuando empezó a subir las escaleras empecé a desesperarme; me asusté por mamá y mi hermana. Lo seguí como si no me quedara otra opción, me sentía completamente inútil, como encarcelado, ni siquiera alguna palabra salía de mi boca; solo dejaba que todo pase. Me sorprendió ver a mamá y a mi hermana esperando en los sillones —creí que seguirían durmiendo— sin ningún asombro, ni siquiera se inquietaron un poco cuando lo vieron, menos cuando tomó asiento. Fue como si todos supieran de él, como si ese momento habría de llegar.

Empecé a mirar a todos y me vi a mí mismo. Solo, desesperado, angustiado, como queriendo escapar. Sabía yo que se trataba de un sueño, pero querer despertar fue inútil. En su mirada —que por cierto, siempre era fija— supe que vino a matarme, que mi hora había llegado. Pretendí escapar, saltar por la ventana… pero solo estaba ahí: parado. Supongo que verle sacar su arma me despertó.

Extrañamente desperté en San Antón, en el día “de los toros”. Y el miedo me invadió otra vez: hace mucho que no soñaba con toros. En un principio no me preocupó saber que seguía soñando y pretendí disfrutar del momento. Lástima que el sueño éste acabo como siempre. Un toro empezó por seguirme. En un principio me miró fijamente, sabía ya que yo era a quien debía seguir, que yo soñaba con él. Por un momento, me quedé parado, viéndolo; era grande,  de lidia —mis piernas temblaban— Corrí, acto seguido desperté.

Sonó el teléfono. Era J., diciéndome que es exitosa. Cosa ridícula pero cierta: “Julio, soy muy exitosa ahora, sé lo que hago y por fin soy famosa. Soy muy feliz. Te llamé para que sepas que estás invitado a mi fiesta". No supe como tomarlo. ¿Había llamado para humillarme? Porque ni siquiera me dejó hablar, cortó enseguida. Ella sabe perfectamente que odio la seguridad de los otros. Cuando estuve ya en la fiesta comprendí el motivo de su llamada: fue para mostrarme a su nuevo enamorado. Supe que era una pesadilla, de mal gusto.

Dormir había sido un tormento. Pero despertar fue más complicado. Es más, no sé si sigo soñando. Mientras mamá y mi hermana duermen ha sonado el timbre. Tengo miedo de que mi momento haya llegado. Salgo. Está ahí, mirando la puerta. El timbre suena una vez más, ésta vez más fuerte pero parece ser que soy el único que lo siente. Suena una vez más, más fuerte. Espero despertar pero no puedo. Este miedo ya es suficiente, debería haber despertado. Despierto.

Soy yo escribiendo un cuento, ahora me veo de lejos. Echado en mi cama, son las 5:00 am. Sé que él llegará en cualquier momento. Veo la puerta en el fondo del zaguán cerrada pero eso no me da confianza alguna. Tengo miedo de asomarme por la ventana, tengo la vaga sensación de que J. o el toro están ahí fuera, esperando pacientemente mi salida. Pretendo dormir y no puedo, ahora no basta con querer despertar. Despierto, o duermo, aunque hasta esta altura eso ya no importa.

Soy yo frente a una puerta, estoy con un terno y un sombrero negro. Sé que debo matar a alguien porque su momento ha llegado. Toco el timbre muchas veces, siempre con más intensidad. Alguien baja y me abre la puerta trémulamente: en efecto, soy yo. Lo miro y subo, me da miedo. Sé que sueño, me toca ser mi yo asesino, pero no puedo controlarlo, me siento, me veo a mí mismo huyendo sin éxito, nos miramos sin decir nada: ambos tenemos miedo y como si todo esto estuviera ya concebido saco el arma. Se escucha un fuerte disparo. No sé si fui yo. Probablemente. Despierto.

Soy yo otra vez. Suena el teléfono y el timbre. No haré caso. No. Mil veces no. Estoy sudoroso, huelo a mierda. Pero ambos siguen sonando. Despierto.
Basta ya de tanto soñar me digo a mí mismo. Ya no sé si sueño. Si el timbre suena o no dejó de importarme. Me levanto, mamá dice que ya es hora de irse, que mi desayuno está listo. No lo creo, despertaré en algún momento. Mamá dice que un chico con terno y sombrero negro preguntó por mí en la mañana. Con ansias espero despertar. Me pregunto si ya estoy muerto y si todo esto son solo recuerdos. La vida es sueño.
Soy yo otra vez.
Seudónimo: Julio Denis