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Esta es la historia de Arlet, una niña de 12 años a la cual le pasó algo muy raro. Cierta vez Arlet fue con sus padres al bosque, ella estaba muy emocionada, porque ella nunca había ido al bosque. Cuando llegaron, sus padres armaron la carpa, ya que sería el lugar donde dormirían; seguidamente se fueron a conseguir leña para hacer la fogata.
Como ya era noche, Arlet se asustó mucho, porque escuchó algunos ruidos muy extraños y en uno de aquellos ruidos escuchó la voz de sus padres pidiendo ayuda. Arlet no supo que hacer; por el susto y cansancio se quedó dormida. Al despertar Arlet vio que sus padres no se encontraban. Caminó cerca del campamento para buscarlos, pero no se daba cuenta que cuanto más caminaba, más se alejaba del campamento.
Cansada Arlet, se detuvo y vio que se había alejado mucho del campamento, fue en ese momento que divisó algunas huellas, ella pensaba que aquellas huellas eran de sus padres y cuando se dispuso a seguir, empezó a llover fuerte. Arlet trató de buscar un refugio, pero lo único que encontró fue una cueva llena de polvo y telarañas. Mientras pasaba el tiempo y seguía lloviendo, las huellas se fueron borrando, hasta no quedar ni un rastro de ellas. Terminada la lluvia Arlet salió de la cueva y decidió dejar la búsqueda e ir en busca de ayuda para encontrar a sus padres. Arlet se sentó debajo del pie de un árbol para descansar un rato, y en un abrir y cerrar de ojos, vio que se le acercaban varios animalitos, entre ellos conejitos y pajaritos… Ella no pudo creerlo, trató de hablarles, pero quedó un rato en shock, al poco rato se animó hablar con uno de ellos; aunque esto parezca muy raro. Arlet dijo:
—¡Hola conejito!
—¿Cómo estás?
—Me podrías ayudar.
—Quiero encontrar a mis padres, se perdieron ayer, cuando estaba de visita por aquí.
Arlet lo pensó mejor y parecía algo inútil y tonto. Pero, pasó algo, que al parecer ni ella se lo esperaba. Pues resulta que el conejito entendió lo que le dijo, empezó a dar saltos, como si quisiera que lo siguiera. Los demás animalitos también empezaron a inquietarse, como queriendo decir “síguelo”. Arlet lo siguió y llegó a un sitio inexplicable, difícil de describir, se podría decir extravagante. En ese lugar los animalitos le dieron algo de comer para recuperar fuerzas.
Al día siguiente salió en busca de sus padres acompañada del conejito, al cual lo llamó “Lenteja”, la llevó a una tribu habitada por personas salvajes. Ya era de noche y Arlet decidió ingresar a ese lugar, pero para su buena suerte se encontró con un niño de su misma edad, el cual se llamaba Eliàn, este niño, aunque también habitaba con aquellas personas salvajes, gracias a Dios podía comprender lo que Arlet decía.
Elián le dijo que hace un par de días, unos señores vinieron y pidieron al jefe de la tribu si podían quedarse por un tiempo, hasta que recuperaran fuerzas. Lo que pasó con ellos fue que perdieron la noción del tiempo, debido una enfermedad que había en el bosque.
Es así que Elián llevó a Arlet donde se encontraban sus padres…Ella corrió, los abrazó fuertemente y sus padres, con ese profundo abrazo recordaron todo.
Tanto sus padres y Arlet, agradecieron a esa tribu por cuidar de ellos. Emprendieron su camino al lugar de su destino. Pero, Arlet decidió llevarse al conejito “Lenteja” en agradecimiento y por su gran amistad. Así es como Arlet, recuerda hasta el día de hoy aquella gran aventura, pues el siguiente año, cumplirá treinta años.
Como ya era noche, Arlet se asustó mucho, porque escuchó algunos ruidos muy extraños y en uno de aquellos ruidos escuchó la voz de sus padres pidiendo ayuda. Arlet no supo que hacer; por el susto y cansancio se quedó dormida. Al despertar Arlet vio que sus padres no se encontraban. Caminó cerca del campamento para buscarlos, pero no se daba cuenta que cuanto más caminaba, más se alejaba del campamento.
Cansada Arlet, se detuvo y vio que se había alejado mucho del campamento, fue en ese momento que divisó algunas huellas, ella pensaba que aquellas huellas eran de sus padres y cuando se dispuso a seguir, empezó a llover fuerte. Arlet trató de buscar un refugio, pero lo único que encontró fue una cueva llena de polvo y telarañas. Mientras pasaba el tiempo y seguía lloviendo, las huellas se fueron borrando, hasta no quedar ni un rastro de ellas. Terminada la lluvia Arlet salió de la cueva y decidió dejar la búsqueda e ir en busca de ayuda para encontrar a sus padres. Arlet se sentó debajo del pie de un árbol para descansar un rato, y en un abrir y cerrar de ojos, vio que se le acercaban varios animalitos, entre ellos conejitos y pajaritos… Ella no pudo creerlo, trató de hablarles, pero quedó un rato en shock, al poco rato se animó hablar con uno de ellos; aunque esto parezca muy raro. Arlet dijo:
—¡Hola conejito!
—¿Cómo estás?
—Me podrías ayudar.
—Quiero encontrar a mis padres, se perdieron ayer, cuando estaba de visita por aquí.
Arlet lo pensó mejor y parecía algo inútil y tonto. Pero, pasó algo, que al parecer ni ella se lo esperaba. Pues resulta que el conejito entendió lo que le dijo, empezó a dar saltos, como si quisiera que lo siguiera. Los demás animalitos también empezaron a inquietarse, como queriendo decir “síguelo”. Arlet lo siguió y llegó a un sitio inexplicable, difícil de describir, se podría decir extravagante. En ese lugar los animalitos le dieron algo de comer para recuperar fuerzas.
Al día siguiente salió en busca de sus padres acompañada del conejito, al cual lo llamó “Lenteja”, la llevó a una tribu habitada por personas salvajes. Ya era de noche y Arlet decidió ingresar a ese lugar, pero para su buena suerte se encontró con un niño de su misma edad, el cual se llamaba Eliàn, este niño, aunque también habitaba con aquellas personas salvajes, gracias a Dios podía comprender lo que Arlet decía.
Elián le dijo que hace un par de días, unos señores vinieron y pidieron al jefe de la tribu si podían quedarse por un tiempo, hasta que recuperaran fuerzas. Lo que pasó con ellos fue que perdieron la noción del tiempo, debido una enfermedad que había en el bosque.
Es así que Elián llevó a Arlet donde se encontraban sus padres…Ella corrió, los abrazó fuertemente y sus padres, con ese profundo abrazo recordaron todo.
Tanto sus padres y Arlet, agradecieron a esa tribu por cuidar de ellos. Emprendieron su camino al lugar de su destino. Pero, Arlet decidió llevarse al conejito “Lenteja” en agradecimiento y por su gran amistad. Así es como Arlet, recuerda hasta el día de hoy aquella gran aventura, pues el siguiente año, cumplirá treinta años.
Seudónimo: Angel