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Hace muchos años atrás el padre del Misti erupcionó, por ello murió. De sus restos nació su hijo. Los arequipeños al ver al infante tuvieron miedo, pues pensaron que si su padre tuvo una furia terrorífica su hijo sería más peligroso; por ello decidieron encadenarlo y evitar su crecimiento. Así fue, ellos acudieron a unos chacareros quienes lograron encadenarlo en una cueva, pero al hacerlo también encerraron a tres pequeños demonios que jugaban en ese lugar. Cavilado el Diablo por la ausencia de los pequeños demonios buscó sin cesar a sus hijos por varios años y no logró encontrarlos. Atosigado urdió una venganza y decidió que la sangre arequipeña tenía que desaparecer definitivamente.
En Arequipa quedaban solo tres familias con sangre ancestral, hijos de characatos netos. Los Tristán, Los Melgar, Los Bolognesi. Para eliminar a estas familias el Diablo pidió ayuda a tres demonios de Arequipa que estaban destinados a vagar y penar por las calles. Una noche mientras caminaba la familia Tristán camino a su casa vieron a un hombre misterioso que estaba cubierto por una túnica negra y a una mujer vestida de novia sin cabeza. El señor Tristán por defender a su familia fue asesinado por el hombre misterioso, la madre y el pequeño espantados corrieron y corrieron y hallaron asilo en la iglesia de Santo Domingo, el demonio y la novia sin cabeza al ver el santísimo lugar huyeron.
Al día siguiente en el hospital San Juan de Dios otro terrorífico demonio se apareció frente al señor Melgar, él se encontraba gravemente enfermo, sufría una enfermedad que no se había visto hasta ese entonces. Su esposa lo encontró muerto, tenía las manos cortadas, había sido asesinado. Su pequeño hijo, quien esperaba afuera, logró ver a un aterrador fantasma. El espíritu de este estaba condenado a vagar por el hospital por haber matado a su esposa y amante, la señora Melgar al salir vio al condenado y huyó con su hijo. Por otro lado, el esposo de la señora Bolognesi murió al tomar agua envenenada del río. Las tres viudas se encontraban en la catedral para rezar por el porvenir de sus hijos. El tercer demonio había recibido la orden del Diablo de eliminar a las viudas; por ello hizo caer la enorme campana y murieron aplastadas. Así solo quedaron vivos sus respectivos hijos.
Los pequeños huérfanos lloraban en las afueras del convento de Santa Catalina, su llanto llegó a los oídos de la madre superiora quien les dio acogida. Esa noche en un sueño la beata Sor Ana de los Ángeles le reveló que en esos niños corre la sangre real de los arequipeños y le pidió que los lleve donde el tuturutu, la beata al ver fruncir las cejas de la religiosa le dijo:
—Hija mía, el tuturutu es como un guardián que permanece en la Plaza de Armas, él luego de servir al inca Mayta Capac quedó petrificado por una ola de frío. Este vigía me ha comunicado el terrible plan del Diablo, por eso debes llevar a los niños donde el tuturutu.
Al llegar el alba la religiosa mientras se ponía el velo recordó el sueño, por un momento pensó que todo era una insania, giró su cabeza y la imagen de la beata parecía recordarle lo encomendado en sueños y así lo hizo. Los niños al llegar a la Plaza de Armas vieron como el tuturutu dejó su lugar y se convirtió en un joven corpulento, guio a los pequeños al cementerio general, los dejó en la puerta y les indicó que busquen al duende de la Apacheta. Al ingresar el pequeño Bolognesi se percató de la presencia de una linda joven, la mano de la condenada cogió fuertemente su brazo y quiso matarlo, los otros dos pequeños sacaron de su pecho el crucifijo que por la mañana les regaló la madre superiora, el brillo de las cruces hizo que la condenada se vaya dando alaridos. Melgar animó a su amigo y empezaron a llamar al duende de la Apacheta, este había recibido el mensaje de la virgen de Chapi de proteger a los niños y llevarlos a su santuario, ya que ellos tienen sangre ancestral. El duende pidió la ayuda de dos duendes más, lastimosamente estos fenecieron en el trayecto en una cruenta batalla con los demonios.
Al llegar al santuario la bella dama les recibió con una dulce sonrisa. “Así como ustedes vinieron hoy, en el futuro sus descendientes vendrán a buscarme y yo siempre los esperaré con los brazos abiertos”, les expresó tiernamente. Les dio como regalo unas armas especiales para combatir a los demonios: a Tristán le entregó una espada de plata que tenía un filo único; a Bolognesi que era el más pequeño le dio una careta indicándole que en el futuro será un gran panadero y elaborará ricas “guaguas” y en ellas pondrá una careta. Esa careta tenía el poder de hacerlo invisible. Finalmente a Melgar le dio una pluma mágica y le predijo que de su descendencia nacerá un gran poeta, la pluma le servirá para escribir lo que desee y ello cobrará vida para defenderlo del mal.
Los años pasaron y el Diablo nada pudo hacer, enviaba a varios de sus secuaces y todos salían vencidos; ya sea por la espada de Tristán o la pluma mágica de Melgar o porque no podían ver al pequeño Bolognesi gracias a la careta invisible o también porque los demonios se entretenían con el olor de las ricas guaguas. Los tres sobrevivientes crecieron, tuvieron sus hijos y nietos.
Cavilados por la senectud y que pronto podrían morir los tres amigos quisieron dejar como herencia a sus descendientes las armas mágicas, pero estos en la prueba que les hicieron no le dieron el uso correcto. Por ello, propusieron reunirse en tres días a las fueras de la ciudad para hallar una solución. A la cita solo fueron dos porque un día antes Bolognesi caminó por un puente, se detuvo en el medio y miró al río. Allí un dulce canto lo sedujo: era una sirena. Se lanzó del puente y con él desapareció la careta (la cual se la puso a la sirena, por eso nunca más se vieron sirenas en el río Chili). Ese puente hoy lleva su nombre: el puente Bolognesi.
Tristán y Melgar ignoraban el fin de su amigo. Cansados de esperar decidieron buscar una cueva para allí ocultar las armas mágicas y de pronto escucharon un plañido, sacaron las piedras que tapaban la cueva y encontraron a un joven encadenado, era el hijo del Misti. Más allá rechinaban unos demonios pidiendo ser liberados. El Diablo logró oír el llamado de sus hijos y fue a la cueva. Allí cobró venganza, la espada de Tristán desapareció al romper la cadena del Misti. La batalla fue dura, Tristán murió, el Misti estaba moribundo, Melgar antes de expirar cogió la pluma y escribió “Mamita de Chapi, ven por favor”. El Diablo al leer ello solo logró sacar fuera de la cueva a dos demonios heridos y aún faltaba uno. Al percibir la presencia de la Madre de Dios, raudo huyó al infierno. La celestial señora al ver la lúgubre escena; a Melgar lo convirtió en el Pichupichu, a Tristán en el Chachani, y al joven volcán en el Misti. Desde entonces son los guardianes de la ciudad de Arequipa.
En Arequipa quedaban solo tres familias con sangre ancestral, hijos de characatos netos. Los Tristán, Los Melgar, Los Bolognesi. Para eliminar a estas familias el Diablo pidió ayuda a tres demonios de Arequipa que estaban destinados a vagar y penar por las calles. Una noche mientras caminaba la familia Tristán camino a su casa vieron a un hombre misterioso que estaba cubierto por una túnica negra y a una mujer vestida de novia sin cabeza. El señor Tristán por defender a su familia fue asesinado por el hombre misterioso, la madre y el pequeño espantados corrieron y corrieron y hallaron asilo en la iglesia de Santo Domingo, el demonio y la novia sin cabeza al ver el santísimo lugar huyeron.
Al día siguiente en el hospital San Juan de Dios otro terrorífico demonio se apareció frente al señor Melgar, él se encontraba gravemente enfermo, sufría una enfermedad que no se había visto hasta ese entonces. Su esposa lo encontró muerto, tenía las manos cortadas, había sido asesinado. Su pequeño hijo, quien esperaba afuera, logró ver a un aterrador fantasma. El espíritu de este estaba condenado a vagar por el hospital por haber matado a su esposa y amante, la señora Melgar al salir vio al condenado y huyó con su hijo. Por otro lado, el esposo de la señora Bolognesi murió al tomar agua envenenada del río. Las tres viudas se encontraban en la catedral para rezar por el porvenir de sus hijos. El tercer demonio había recibido la orden del Diablo de eliminar a las viudas; por ello hizo caer la enorme campana y murieron aplastadas. Así solo quedaron vivos sus respectivos hijos.
Los pequeños huérfanos lloraban en las afueras del convento de Santa Catalina, su llanto llegó a los oídos de la madre superiora quien les dio acogida. Esa noche en un sueño la beata Sor Ana de los Ángeles le reveló que en esos niños corre la sangre real de los arequipeños y le pidió que los lleve donde el tuturutu, la beata al ver fruncir las cejas de la religiosa le dijo:
—Hija mía, el tuturutu es como un guardián que permanece en la Plaza de Armas, él luego de servir al inca Mayta Capac quedó petrificado por una ola de frío. Este vigía me ha comunicado el terrible plan del Diablo, por eso debes llevar a los niños donde el tuturutu.
Al llegar el alba la religiosa mientras se ponía el velo recordó el sueño, por un momento pensó que todo era una insania, giró su cabeza y la imagen de la beata parecía recordarle lo encomendado en sueños y así lo hizo. Los niños al llegar a la Plaza de Armas vieron como el tuturutu dejó su lugar y se convirtió en un joven corpulento, guio a los pequeños al cementerio general, los dejó en la puerta y les indicó que busquen al duende de la Apacheta. Al ingresar el pequeño Bolognesi se percató de la presencia de una linda joven, la mano de la condenada cogió fuertemente su brazo y quiso matarlo, los otros dos pequeños sacaron de su pecho el crucifijo que por la mañana les regaló la madre superiora, el brillo de las cruces hizo que la condenada se vaya dando alaridos. Melgar animó a su amigo y empezaron a llamar al duende de la Apacheta, este había recibido el mensaje de la virgen de Chapi de proteger a los niños y llevarlos a su santuario, ya que ellos tienen sangre ancestral. El duende pidió la ayuda de dos duendes más, lastimosamente estos fenecieron en el trayecto en una cruenta batalla con los demonios.
Al llegar al santuario la bella dama les recibió con una dulce sonrisa. “Así como ustedes vinieron hoy, en el futuro sus descendientes vendrán a buscarme y yo siempre los esperaré con los brazos abiertos”, les expresó tiernamente. Les dio como regalo unas armas especiales para combatir a los demonios: a Tristán le entregó una espada de plata que tenía un filo único; a Bolognesi que era el más pequeño le dio una careta indicándole que en el futuro será un gran panadero y elaborará ricas “guaguas” y en ellas pondrá una careta. Esa careta tenía el poder de hacerlo invisible. Finalmente a Melgar le dio una pluma mágica y le predijo que de su descendencia nacerá un gran poeta, la pluma le servirá para escribir lo que desee y ello cobrará vida para defenderlo del mal.
Los años pasaron y el Diablo nada pudo hacer, enviaba a varios de sus secuaces y todos salían vencidos; ya sea por la espada de Tristán o la pluma mágica de Melgar o porque no podían ver al pequeño Bolognesi gracias a la careta invisible o también porque los demonios se entretenían con el olor de las ricas guaguas. Los tres sobrevivientes crecieron, tuvieron sus hijos y nietos.
Cavilados por la senectud y que pronto podrían morir los tres amigos quisieron dejar como herencia a sus descendientes las armas mágicas, pero estos en la prueba que les hicieron no le dieron el uso correcto. Por ello, propusieron reunirse en tres días a las fueras de la ciudad para hallar una solución. A la cita solo fueron dos porque un día antes Bolognesi caminó por un puente, se detuvo en el medio y miró al río. Allí un dulce canto lo sedujo: era una sirena. Se lanzó del puente y con él desapareció la careta (la cual se la puso a la sirena, por eso nunca más se vieron sirenas en el río Chili). Ese puente hoy lleva su nombre: el puente Bolognesi.
Tristán y Melgar ignoraban el fin de su amigo. Cansados de esperar decidieron buscar una cueva para allí ocultar las armas mágicas y de pronto escucharon un plañido, sacaron las piedras que tapaban la cueva y encontraron a un joven encadenado, era el hijo del Misti. Más allá rechinaban unos demonios pidiendo ser liberados. El Diablo logró oír el llamado de sus hijos y fue a la cueva. Allí cobró venganza, la espada de Tristán desapareció al romper la cadena del Misti. La batalla fue dura, Tristán murió, el Misti estaba moribundo, Melgar antes de expirar cogió la pluma y escribió “Mamita de Chapi, ven por favor”. El Diablo al leer ello solo logró sacar fuera de la cueva a dos demonios heridos y aún faltaba uno. Al percibir la presencia de la Madre de Dios, raudo huyó al infierno. La celestial señora al ver la lúgubre escena; a Melgar lo convirtió en el Pichupichu, a Tristán en el Chachani, y al joven volcán en el Misti. Desde entonces son los guardianes de la ciudad de Arequipa.
Seudónimo: El tuturutu