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A la sombra de aquellas frías rejas y de ese infierno
que me demora al filo de la navaja
mis días transcurren, solo el aullido de un alma en pena
me avisa el peligro y aquel centinela de aquel torreón
que cuida celosamente mi libertad.
Mis sueños y mis esperanzas deambulan quieren marcharse,
pero esas frías rejas la detienen y mis sueños que se resignan
al encierro de mis sueños de ser libre.
Solo las estrellas de aquel cielo libre le da esperanza
de ilusión a mi pobre alma
aquí en prisión los días son lentos
como aquel mendigo en la ciudad que es lento su agonía
nadie se acuerda de él, ni de mí
ese mendigo sufre en las calles de hambre y de frio
y yo aquí en prisión sufro y lloro desconsoladamente
la indiferencia y el olvido que me hace sufrir más solo.
Aquella lluvia alegre limpia mis lágrimas de esta subida de calvario
todo lo he perdido mis ilusiones, mi esperanza, mi alegría
hasta mis sueños me lo ha quitado esta prisión.
Mis sueños dorados mueren en esas frías rejas
y mi alma agonizante solo le ha quedado esto versos que le he desgarrado
para dedicárselo a la juventud, a los niños y aquel anciano
que también sus días son lentos.
Y mi alma en pena se arrastra y toda moribunda
y llega a las rejas frías y se agarra y mira el cielo
y escucha una música angelical que nunca había escuchado
es la orquesta de los querubines de dios
y mi alma comienza a sonreír y llora de alegría
porque vuelve a nacer como nunca lo había soñado
el poeta soñador.
Seudónimo: El poeta soñador