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MI ÁNGEL, LLAMADO PAPÁ
Día 14 de enero del 2009, ya era tarde, me trajo mi movilidad, entré a mi casa y nadie estaba, ya eran más de las cuatro y ni mamá, ni papá habían llegado. Me preocupé mucho; estaba desesperada, sola, sentía que algo malo había ocurrido.
Pasaron los minutos, hasta que escuché que la puerta se abría, bajé rápidamente, pensé que eran mis padres, que me darían un fuerte abrazo y un beso y me explicarían el porqué llegaron tarde.
Cuando vi la puerta a medio abrir grité: ¿Papá, papito dónde han estado? Pero no era mi padre, entró mi mamá llorando en un mar de lágrimas. Le pregunté por qué no estaba con mi papá adónde había ido él, dónde estaba.
Ella me dijo:
—Tu papito se ha ido a un mejor mundo, a lado de Dios. Él en adelante te estará cuidando desde el cielo y nunca estarás sola porque él vivirá en tu corazón.
No quería entender o aceptar lo que mi mamá me decía.
Maite era una niña de 8 años de edad; ella tenía una familia muy hermosa sus padres quienes eran Mateo y Sofía la hacían muy feliz.
Mateo, su padre, quien la adoraba, siempre jugaba con la pequeña todas las tardes después de regresar del trabajo. Maite y su padre siempre estaban juntos; ella creía que si tenía a su padre cerca nunca nada le iba a pasar. Era su héroe.
Mi mamá seguía llorando desconsolada, yo no entendía porqué papá no regresaba a casa. Insistí a mi madre para que me diga dónde estaba mi padre; pero ella solo lloraba y lloraba, no paraba de llorar.
Luego de unas horas mi tía Carla vino a vernos, le dio un fuerte abrazo a mi madre y me abrazó a mí también.
Yo le pregunté:
—Tía, ¿dónde está mi padre?
Ella me miró con ternura y me dijo que me sentara y me habló con estas palabras:
—Maite desde el primer día que naciste trajiste contigo la felicidad a tus padres; tu papá siempre te adoró nunca dejó de amarte.
Yo le contesté que sí, que ellos nunca han dejado de amarme siempre me han hecho feliz y me han dado lo mejor en toda mi vida.
—Tú sabes que las personas mueren, nunca ellas viven para siempre. Porque cuando Dios los llama ellos no regresan.
—Ya lo sé —le contesté a mi tía— pero eso qué tiene que ver con mi papá.
Entonces ella me abrazó muy fuerte y empezó a llorar, y siguió hablando:
—Tu padre estuvo conduciendo en la pista húmeda, resbalosa, chocó contra un poste. No pudo controlar el impacto y entonces se golpeó la cabeza contra el timón y perdió mucha sangre. Llegaron los bomberos, lo llevaron al hospital, le trataron de salvar la vida; pero no pudieron. Ya que era muy tarde.
Maite se quedó pasmada y empezó a llorar mucho no sabía por qué su papá, por qué él, por qué. Si él era una muy buena persona porqué tuvo que morir.
Muy triste, se fue a su cuarto llorando, se echó a su cama y empezó a hablar con Dios:
—¿Por qué mi papá? ¿Por qué? si era tan bueno. Él nunca hizo daño a nadie.
Maite se pasó horas y horas llorando. Su madre, quien quería consolarla le pedía que abriese la puerta; pero, Maite no quería, solo quería estar sola.
Maite lloraba y lloraba y le seguía reclamando a Dios por su padre. Ella se quedó dormida sobre su cama de tanto llorar.
Dios se le presentó en su sueño y le dijo:
—Maite por qué lloras si tu padre nunca te ha dejado, siempre estará en tu corazón, nunca estarás sola, él será tu ángel que cuidará de ti en todo momento.
—Pero, señor, yo quiero que mi papá este conmigo, que me acompañe, que me dé un abrazo, que me bese, que volvamos a ser la familia que éramos antes.
—Maite hija ya es tiempo que tu padre este conmigo y me acompañe.
—Pero, señor, por qué mi papá, por qué él, ahora mi mamá está sufriendo. Yo quiero a mi padre y tú te lo llevas. Señor por qué me ha tocado esto a mí, si lo único que quería es que mi familia siga siendo feliz, y yo también.
—Tú no tienes la culpa, eso fue un accidente, yo me lo tuve que llevar al cielo porque ya no resistía más las heridas.
—Señor, quiero hablar con él por favor.
—Está bien solo un momento.
Entonces Maite habló con su padre y llorando le dijo:
—Papá te extraño quiero que vuelvas conmigo, que estemos juntos.
—Maite, yo siempre estaré contigo, en el día cuando mires la nube más bonita allí estaré, y en la noche con la estrella más resplandeciente, allí estaré. Hasta pronto hija, nunca lo olvides, yo siempre te amaré y seré tu padre, cuídate y cuida a tu mamá. Nunca estarán solas porque yo estaré ahí.
—Adiós papito siempre te amaré, nunca te olvidaré y seguiré tu consejo.
Maite ya no se sentía triste, ni sola y cada día hablaba desde cielo con su padre.
Seudónimo: Lucero