Por la Paz del Mundo
Hermano, por este camino solitario: la tierra,
¿cómo ser malo yo contigo y tú conmigo,
si tenemos la hierba, el agua tan escasa,
la luz tan pobre y tan vieja?
¿Para qué destruir lo que tenemos:
la vida, la tierra, la paz, el aire,
todo esto que heredamos del Señor?
Aquí estamos, solos,
cavando nuestra tumba cotidiana,
rasgándonos la piel con la mirada.
Allá en el fondo oscuro hay una Luz, un Camino,
busquemos esa Luz, para mirar lo que no vemos,
por este camino solitario que cruzamos.
Nosotros, los habitantes de esta tierra,
somos la sombra y la espalda de la sombra,
esta sombra que se nutre de sed y silencio,
entre el fuego, el polvo y la ceniza.
Busquemos el mar, la primavera de la vida,
para ver cómo brota de la semilla las hojas,
para oír el ruido del agua que recorre
prados, montañas, valles y desiertos.
Somos nosotros, la paz, no la guerra;
el amor, no el odio;
el recuerdo, no el olvido,
y así caminamos como niños por el mundo,
cansados, agotados por el hambre y el dolor.
Busquemos la sombra en la sombra,
el árbol de la sombra, y la sombra de los árboles,
que silenciosos resisten como las piedras
al viento, al frío, al sol.
Busquemos siempre la paz en nuestros pechos
para cobijar a nuestros hijos, amigos y enemigos.
El tiempo es apenas un instante;
en él soñamos que soñamos sueños,
hermosos sueños para ver el agua,
los campos, las montañas y la vida.
Allí está el mar, herido; como la tierra, herida.
Volvamos a mirar el fondo de nosotros
y caminemos hacia la Luz, hacia la Paz,
por este camino solitario: la tierra.
(Porfirio Mamani Macedo - París, 17/1/09)