¿Cuántas personas se necesitan para destruir una?


¿CUÁNTAS PERSONAS SE NECESITAN PARA DESTRUIR UNA?

Hoy, es la última vez que veré a mi madre sonreír de alegría. Es un día oscuro para ella y para mí. Mi padre falleció de cáncer hoy en la tarde, lo detectaron seis meses antes, creíamos que se curaría pero nos equivocamos. Tengo seis años y a penas reconozco a aquel señor que está sentado en la silla fumando.  Mientras tenía los ojos llenos de lágrimas notaba que me él me miraba, me observaba. 
Le pregunté  a mi madre quien era aquel señor; pero ella solo lloraba en los brazos de mi abuela. Sentía un cosquilleo que nunca había sentido, era un cosquilleo raro que pretendía decirme que me cuidara pero no sabía de qué… ¿será de él?
 Dos días después de que mi padre falleció mi madre empezó a tomar, no paraba. Siempre la cuidaba y nunca me alejaba de ella; aunque ella me botara, yo seguía a su lado. Tal como se lo prometí a mi padre minutos antes de morir.
Ya cumplí ocho años. En mi fiesta mi madre invitó a sus amigas. Ellas empezaron a tomar demasiado. Tardo menos de dos horas en aparecer aquel señor de la última vez. Aquel señor que al mirarlo me daba un cosquilleo, aquel señor que solo con mirarme me hacía sentir nerviosa y  con ganas de irme… ¿será por su lunar?
Mi madre ebria me jaló hacia ella y me dijo que él era mi tío Juan Luis de Colombia que había llegado de su viaje, me dijo que no confiara mucho en lo que diga la gente de la calle ya que decían que él era un drogadicto violador lo cual era una mentira estúpida que inventaron. Me dijo que su hermano no era así, era una buena persona. Que era como un ángel.
Al conocerlo me pareció simpático, un señor muy agradable. Me hacía jugar y casi siempre me regalaba cosas. Era como mi segundo papá. En tan solo poco tiempo se volvió tan importante para mí.
Me rompió el corazón verlo partir. Él tenía que ir a Colombia de nuevo, ya que su familia lo esperaba y ya estaba mucho tiempo fuera de casa. Yo no lo quería dejar ir, quería que se quedara conmigo, pero él solo se marchó.
Hoy, ya cumpliré nueve años. Me siento muy entusiasmada. Quiero llegar a casa lo más antes posible. Espero que mi madre este allí, esperándome.
A penas entré a casa, se escuchaba un completo silencio. Parecía que no habría nadie. Subí al segundo piso buscando a mi mamá y la veo durmiendo en el sillón con olor a alcohol. Me acerqué hacía ella refunfuñando y la llevé a su cuarto tambaleando. La eché a la cama y la tapé, me acerqué a darle un beso en la frente y me fui. 
Cerré la puerta, levanté la mirada y vi a mi tío Juan Luis en el sillón. Me quede paralizada al verlo. El solo sonrió y yo sin pensarlo dos veces fui y lo abracé muy fuerte.
Él muy alegre me dio un regalito que estaba escondido. Era un peluche con  los chocolates que me gustan. Le agradecí por el obsequio y lo seguí abrazando. En serio, lo extrañe mucho.
Toda esa semana la pasé súper bien y feliz, mi tío me llevaba a pasear, me compraba lo que yo deseaba y una vez me llevó con mi mejor amiga Megan a comprar a una tienda súper cara. Nos compró lo que deseábamos y él me dijo que solo quería verme feliz.
Pasado los días, una noche en la cena, mi tío me dijo un piropo. No sabía si tomarlo a bien o a  mal, me dijo: —Estás hecha una señorita, yo amo a las señoritas —volvió ese cosquilleo que sentía cuando era más  pequeña.
Pero lo pasé  por alto y solo sonreí. Ese mismo día, cuando llevé los platos a la cocina, él  acarició mi cabello y me empujó contra la pared. Me quedé un poco atónita y él empezó a acercarse a mí, me quede inmóvil por el susto y escuché a mi madre gritar:
—¿Qué están haciendo?
Yo sabía que si le decía la verdad a mi madre ella lo botaría, pero como lo quería demasiado, no le dije nada.
Al día siguiente se lo conté a  Megan. Ella me dijo que me cuidara y que no le dé mucha confianza, porque podría pasar algo malo. Me hizo prometer que sería  la última vez que me quede callada y que a la próxima se lo dijera  a mi madre.
Pasado un mes de lo sucedido, llegué del colegio y encontré a mi tío en mi cuarto tocando mi blusa favorita, observé como se la ponía en la cara y la olía. Entre,  y mi tío se asustó, se paró y se fue tirando la blusa  en el suelo. Desde ese día dejé mi cuarto cerrado con llave. 
Lo mismo le conté a mi amiga y ella me dijo que se lo dijera a mi madre. Pero yo solo le dije que se lo diría otro día porque como siempre ella todos los días salía a tomar.
Ese día regrese a casa y no había nadie, solo mi tío que ese día era su cumpleaños. Me acerqué hacia él y le di un fuerte abrazo. Mientras lo abrazaba, el me miraba y acariciaba mi cabello. Yo lo miraba extraño, pero él seguía haciéndolo. Me quise alejar pero él no me dejó, me agarró muy fuerte de mi brazo y me hizo un gesto de silencio. Le pregunté qué pasaba y solo me llevó hacia su cuarto.
Juan apenas subimos me tiró a la cama, y enseguida cerró la puerta con llave. Se me acercaba cada vez más y yo solo trataba de alejarlo, logro subir encima de mí y empezó a besarme y a subir mi falda. Yo gritaba con todas mis fuerzas e intentaba que se alejara de mí, pero cada intento era fallido. Juan empezó a quitarse los pantalones y yo solo cerraba los ojos y lo golpeaba. Quería escaparme pero no podía, él me tenía encerrada. Mientras yo gritaba él solo me golpeaba, me tapó la boca para que no gritara más, y el empezó a hacerme las cosas más sucias que pudieron haberme hecho. Luché con todas mis fuerzas; pero no lograba que él me dejara, el seguía allí… ultrajándome, abusando de mí.
Cuando el dejo de hacerlo, se paró en silencio e inmediatamente encendió un cigarrillo. Yo miré en las sabanas y había sangre que provenía de mí. El abrió la puerta y salí corriendo de allí.
Llegué a mi cuarto y rápidamente me di una ducha.
—Me siento tan sucia, sola, nadie estuvo ahí cuando más lo necesite, ni siquiera mi madre.
—Tengo miedo, ¿y si viene y lo hace de nuevo? ¿Si me golpea? —se me venían tantas cosas a la mente…
Salí de la ducha y me miré en el espejo. Miré mi rostro con mis ojos hinchados de tanto llanto, miraba los golpes en mi cuerpo y solo me daba repugnancia y odio hacia él.
Solo quería que el pagara todo lo que me hizo.
Me cambie y sin que él se dé cuenta baje rápido hacia la cocina y saque un cuchillo, me dije para mí misma que él no merece vivir. Subí silenciosamente hacia el cuarto donde estaba el. Me acerque a la puerta, la abrí y él estaba allí, dormido como si no pasara nada. Me acerque hacia él con el cuchillo en la mano, ya estaba a punto de matarlo y sonó la puerta que se abría.
Escuche con atención y era la voz de mi madre que estaba abajo en la sala. El ruido no despertó a Juan, así que lentamente salí de allí y bajé.
Vi a mi madre allí con un cigarrillo en la mano, ebria y buscando su labial. Me acerque a ella y le di un fuerte abrazo. Quería que ella me abrazara también pero solo se sorprendió y me dijo que no la abrace y que no llorara porque arruinaría la ropa con la que ella saldría ahora en la noche. Al escuchar esas palabras me puse a llorar más fuerte; pero solo me aleje de ella.
Se sentó a mi  lado y empezó a maquillarse. Con los ojos llorosos le dije que mi tío había llegado de su viaje, y que el abusó de mí. Le dije que él era una persona tan cruel y que debía ella de hacer algo por mí.
Ella me observó detenidamente y solo se puso a reír a carcajadas.
La miré extrañada y ella me respondió con tanta tranquilidad y frescura:
—Emma, cariño, las cosas que inventas… tu tío jamás haría eso, es un buen sujeto.
Al parecer ella no me creía, le volví a repetir lo que le dije, y solo le causaba risa. Mi llanto, mi sufrimiento no le importó para nada.
Sentí que bajaba mi tío del segundo piso y nos vio a las dos muy extrañado. Él pregunto qué pasaba y mi madre solo decía que yo le conté un chiste y que no nos tomara importancia. Yo mire a mi madre y le supliqué que me creyera, pero fue inútil. Mi tío quería que le contara el supuesto chiste, apenas lo vi, me dio tanta cólera y tanto asco que le escupí en toda la cara de impotencia, le grite que él era un violador, que pagará por lo que me hizo.
Mi tío  después de que se limpió el rostro, me acuso de mentirosa y que jamás me había tocado, que me quería y siempre me vio como una hija para él. La impotencia me ganaba, quería solo golpearlo y matarlo. Mi madre se acercó y me agarró muy fuerte de los hombros y me dijo a gritos que yo no debería de estar inventando cosas, que los vecinos me podrían oír y podría crear un tremendo escándalo. 
Al oír esas palabras, me senté en el sillón y mi tío se acercó hacia mí. Sin poder hacer nada, él me abrazó y solo me decía que no debería yo inventar cosas que jamás pasaran, que debería de dejar a lado mi inmadurez y que  piense bien  las cosas que digo porque a veces no son las correctas y que pueden crearme problemas. Lo decía muy tranquilo mientras me acariciaba mi pelo. En realidad estaba sola.
Se lo conté a Megan, ella me dijo que no me calle y que se lo diga a alguien que me ayude, que lo denuncie. Pero a ese punto a mí no me importaba nada. Me sentía sola y nadie me ayudara. 
Y así, pasaron los días y meses. Sin poder hacer algo. Cada noche, él me despertaba y me llevaba a su cuarto, hacía lo de siempre mientras que mi madre solo se iba de fiesta. A veces ya lo esperaba despierta, sabía que el vendría, no me quedaba opción más que obedecerle. Siempre terminaba antes de las cuatro de la mañana, porque a esa hora venía mi madre ebria con un joven o hasta cuatro jóvenes.
Cada vez más mi vida se destruía, me aleje de Megan, mis notas bajaron, no hablaba y solo lloraba en silencio mientras deseaba que mi padre estuviese siempre conmigo. 
La directora me llamó. Entre a la dirección y ella empezó a hacerme preguntas, quería saber el porqué de mis notas bajas si antes era muy buena alumna, porque ya no hablo con nadie, porque siempre lloro. Siempre tenía una respuesta para ello: Mi silencio.
Ha  pasado ya un año desde que todo comenzó. Hoy, cinco de agosto, mi cumpleaños número diez, Decidí que no dejaría que ese infeliz vuelva a abusar de mí. Contacte a mi tía de Lima, le conté lo sucedido y que tendría ella que ayudarme. Ella aceptó, dijo que tomaría el primer vuelo para venir a Arequipa a recogerme, me aseguró que con ella estaría a salvo de mi tío y que haría lo posible para que él este en la cárcel y que mi madre ya no tenga la custodia de mí.
Lloré de alegría, dijo que me llamaría cuando ya esté fuera de mi casa. Así que empecé a alistar mis cosas, mis cuadernos, mi uniforme todo en mi maleta. Al cabo de unas dos horas, a eso de las ocho de la noche, mi tía me llamó y me dijo que ya estaba afuera, que bajara inmediatamente.
Bajé a la sala, con mi maleta y vi a mi madre sentada fumando. Me pregunto a donde iba, yo solo la ignoré y vi a mi tío que venía de la cocina. Mi madre me volvió a preguntar, yo solo los miré y empecé a caminar más rápido pero mi tío me jaló del brazo y yo empecé a forcejear con él. Empecé a gritar el nombre de mi tía. Al parecer ella llegó a oírlo y empezó a tocar fuertemente la puerta. Después de unos minutos, ella dejó de hacerlo y no escuché nada. Mi madre me empezó a golpear mientras me decía que jamás los iba a dejar y me quedaría con ellos, que era inútil que yo haya llamado a mi tía porque jamás me escaparé de ellos, jamás.
No sabía cómo defenderme, estaba indefensa mientras que mi madre y mi tío me golpeaban, ya no me quedaban fuerzas para gritar, ni siquiera para llorar.
Mientras estaba en el suelo, tirada, apenas pude ver que entraron hartas personas a la casa. No distinguía quienes eran, solo sentí que unos jóvenes me alzaron y me llevaron de frente a un auto y adentro de ese auto estaba mi tía de Lima, ella me decía que todo estará bien. Sentía pesados mis parpados, mi visión se ponía borrosa de vez en cuando hasta que todo se volvió oscuro.
No recuerdo bien cuanto tiempo estuve inconsciente. Solo recuerdo que estaba en un cuarto que las paredes estaban pintadas de blanco, eran las sabanas más suaves que había sentido y sentía un “bip” que sonaba a cada segundo.
Sentía una mano cálida sobre la mía, levante mi mirada y vi que era mi tía, le pregunte qué es lo que había sucedido, que hacía yo en ese lugar y que pasó con juan y mi madre. Ella me observó con una mirada muy tierna y me dijo con una voz tan suave que todo se solucionó y que jamás los volvería a ver. Se hizo justicia, mientras lo decía me dio un beso en la frente que jamás había sentido desde que mi padre murió.
En ese momento sentía una explosión de emociones; sentía emoción, enojo, tristeza, alegría, angustia, miedo. Me sentía un poco más aliviada ya que estaba lejos del alcance de ellos.
Al cabo de unos cuatro días, salí del hospital juntó a mi tía. Ese día no podía abrir bien los ojos, porque apenas salí de aquel lugar, los flashes y las cámaras con los periodistas interrumpían mi paso. Me preguntaba qué es lo que realmente pasó en mi casa. Mi tía solo me llevaba rápidamente hacia el auto y no me respondía ninguna de mis preguntas.
Todo el recorrido a casa fue completamente en silencio. Yo escuchaba música de mi celular a muy alto volumen y mi tía solo veía por la ventana.
Llegamos a su hotel y me eché en la cama, ella me dijo que podría pedir lo que quisiera y hacer lo que me guste. Le tomé la palabra y encendí el televisor. Puse en el canal de noticia y estaban reportando sobre lo que había pasado en mi casa, solo escuchaba palabras como: violación, madre, golpes, alcohólica, depresiva, sola… y muchas más solo repetía en mi mente.
Mi tía me observaba desde la puerta del baño y me preguntó a donde quería ir después del almuerzo. Volteé a verla y le dije que quisiera ir a casa, al menos ir a recoger mi maleta. Ella solo asintió.
En la tarde, mi tía me llevó a mi casa. Entré y todo estaba vacío, parecía como si no hubiese vivido allí alguien en años. Subí a mi habitación lentamente y estaba tal y como la recuerdo, mi cama destendida, mi escritorio limpio, mi espejo hecho pedazos en el suelo, mis zapatos puestos en su lugar y mi ventana abierta dejando entrar una ola de viento.
Empecé a acariciar mis cosas como si no las hubiese visto durante mucho tiempo. Mi ropa con el olor a perfume que amaba y que ahora se había gastado. 
Mi tía me llamó y me dijo que me esperaría en el carro, yo acepté y solo quería ver una cosa más. Fui a la habitación de mi madre y no había nada más que polvo y suciedad. Miré por la ventana y vi a mi tía que me hacía señas de que bajara. Bajé y salí de allí.
El el  auto mi tía me empezó a hablar sobre lo que haríamos todo este tiempo en Lima, que vería a su esposo y muchas cosas más que no le tomé importancia ya que yo solo observaba la casa. 
Dejé a mi madre y a mi tío en esa casa. Dejé a una alcohólica y a un violador en esa casa. Dejé a quien más quería y a quien más odiaba en esa casa. Mira cuantas personas se necesita para destruir una.

Seudónimo: Lady Queen